Mirando el foco con emociones resentidas cuando sabemos que
nada de esto es improvisado.
Sentir las palabras memorizadas desde hace años para poder
contestar a la pregunta también memorizada que espera nuestra memorizada
respuesta.
Descubrí que el viento de noviembre viene de un ventilador
grande y metálico situado en el fin del mundo, donde el mar se convierte en
cascada y los barcos se precipitan al vacío.
El rodaje ya presenciado, los sustitutos, los dobles, el
maquillaje y efectos especiales. Guiones y guiones llenos de diálogos
contenidos y escritos por alguien que nadie conoce.
Qué haría yo sin mis guiones, sin mis acotaciones. Qué sería
de nosotros. Tendríamos que improvisar.
Calla, calla. Qué miedo.
Imagina que tienes imaginación, y que al tenerla, te imaginas
que improvisas. ¿Qué serían de los efectos especiales? ¿De los mutis? ¿Qué
sería de los títeres y de las marionetas? ¿Y qué me dices de los animales?
Imagina que tienes imaginación y que al tenerla, imaginas cómo sería si los
animales improvisaran, si las plantas improvisaran.
¿Qué sería del escritor que escribe nuestros diálogos? ¿Eh?
Tendríamos que sentir. No nos haría
falta fingir nuestras emociones, ensayar nuestra risa, memorizar nuestra
sorpresa. Existirían las tartas, existirían los ombligos.
También descubrí que el sol es ese foco que alguien subió
allí arriba pero nadie sabe quien fue. Imagina que tienes imaginación, y que al
tenerla puedes imaginar que se apaga.
¿Y si el color blanco no fuera solo el color de los polvos de
maquillaje?
Luces, cámara y acción. Pero, si se fundiesen las luces, si
la cámara se quedara sin batería, si la acción se aburriese y se marchara
¿Seguiríamos actuando?
No haría falta llorar de memoria. Y tal vez, solo tal vez,
pudiésemos prescindir de las acotaciones.
¿Te imaginas que te lo puedes imaginar?
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