Pasaba noches en vela delante del armario, apuntando con la
linterna al pomo oxidado y dorado hasta que la luz que manaba de la bombilla titilaba
como señal de rendición
El monstruo. Quería conocerle. Necesitaba conocerle. No
pretendía que sus padres, tras arroparla,
la convencieran de que no había nada al otro lado. Porque ya no era suficiente.
Y cuando la puerta de su habitación se sellaba hasta el día siguiente y las
farolas proyectaban a través de la ventana el reflejo de su mano, saltaba de la
cama y arrastrando las sábanas, caminaba con los pies descalzos sobre la madera.
Sentada con las piernas cruzadas raspaba la caoba del armario, tratando de crear
un agujero para mirar a través de él.
Pasaba horas sentada delante de esa puerta que no parecía
otra cosa que un muro impenetrable de silencio que, tras la llegada de la
noche, la miraba de frente, devolviéndole todas las palabras que aún no podían
haber sido pronunciadas.
Por eso, al abrirse la puerta con un suspiro metálico, y
asomar su despeinada cabeza hacia el interior, comprendió lo que todo aquel
tiempo la luz de su linterna le había querido mostrar.
Y allí estaba: su monstruo. Simplemente la señaló que le
acompañara. Simplemente lo hizo. Al despuntar el alba estaría de vuelta. Se
metió dentro del armario y la oscuridad volvió a derretirse en el cuarto, a
excepción de la linterna que se quedó alumbrando las sabanas hasta que la luz
se extinguió no sin antes titilar como señal de rendición.
Bueno, que decirte..... Ya sabes todo lo que pienso. Escribes genial, creas un gran misterio en 10 líneas. Sigue escribiendo, lo haces genial
ResponderEliminarIncreíble, sencillamente increíble :3
ResponderEliminarSiempre increíble
ResponderEliminarMe encanta, madre mía, tienes algo especial en la punta de tus dedos
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